“From Her To Eternity”
1.”El Cielo Sobre Berlín”
1987. Director: Wim Wenders. Intérpretes: Bruno Ganz, Solveig Dommartin, Otto Sander.
Wim Wenders es uno de esos directores de cine que generan tantos odios como filias. El calificativo de pretencioso es uno de los que persigue a este alemán enamorado del rock que trazó algunas de las pautas del denominado Nuevo Cine Alemán con títulos como “Alicia en las ciudades”(1974), “En el curso del tiempo” (1975) y “El Amigo Americano” (1977). Tras una irregular (y frustrante) etapa americana, regresa a Europa con el aval de la premiada “París, Texas” (1984). La necesidad le empuja a rodar “El Cielo Sobre Berlín” (1987) casi improvisando, con la ayuda en los textos del escritor Peter Handke con el que ya había rodado su segundo film “El Miedo del Portero ante el Penalti” (1971). Un film dotado de un peculiar magnetismo tanto en las imágenes de un Berlín en transformación, como en su historia de ángeles y humanos, de miedos, soledades y de amor.
Damiel, el ángel que se enamora de la trapecista Marion y decide convertirse en ser humano, dejar de ser inmortal sólo para vivir el amor y una existencia terrenal, cuenta con la música de Nick Cave & The Bad Seeds y de Crime & The City Solution como ejes para complementarla.
La antológica escena final les reúne en un concierto de Nick Cave & The Bad Seeds adonde acude Damiel recordando un momento en que Marion ha pinchado en su barraca la tremebunda “The Carny”. Damiel ha estado recorriendo toda la ciudad de Berlín a la busca de su amor -que es platónico, puesto que como ser humano no conoce el amor terrenal- sin encontrarlo. Finalmente, mientras Nick Cave & The Bad Seeds cantan en su bis “From Her To Eternity”, él llega a la sala de conciertos donde ella ya lleva un rato. Entretanto, el otro ángel, Cassiel, permanece en el escenario contemplando a los músicos, deseando dar el paso a la mortalidad humana. Nick Cave canta “…en esta noche solitaria la oigo llorar también a ella/las lágrimas cálidas se cuelan por las grietas y me caen en la cara/las recojo en mi boca/ llora y camina/de ella a la eternidad…”, mientras Damiel busca entre el público a su amor. Por fin, se va a la barra, vuelve a aparecer Nick Cave, que canta “Ya sé que puede parecer absurdo/ pero es el sonido más melancólico que he escuchado en mi vida/Camino y lloro, me arrodillo y lloro/De ella a la eternidad/Dime por qué, no sé por qué/El deseo de poseerla es como una herida/ que me roe como una arpía/Pero sé que poseerla es no desearla/Pues entonces, ya sabes…”, las imágenes que se desgranan son las de Marion abriéndose paso entre el público en dirección a la barra del bar y las de Cassiel, torturado en su indecisión, en la disyuntiva de tomar el mismo camino de Damiel o quedarse en su eternidad de ángel.
Y, por fin, el encuentro deseado de los amantes. Marion ve a Damiel e, instintivamente, como en una especie de raro flechazo sabe que ese es su hombre. Él se gira como si tuviera ojos en la espalda y le da de beber de su copa de vino blanco, como en un extraño pero familiar rito. Ella bebe un sorbo sin dejar de mirarle a los ojos y habla: “Por una vez, tiene que ser serio. He estado muy sola, pero nunca he vivido sola.[…) Creo que hoy hay luna nueva, una noche intranquila (…) y aun así nunca he abierto los ojos, y he pensado: ahora va en serio (…) Tenemos que acabar con el destino. Luna nueva: la decisión. No sé si será la correcta, pero sé que será una gran decisión. ¡Decídete! Ahora, en este instante. (…)”.
La escena que todos hubiéramos querido rodar junto a nuestra amada. O quizás la historia que aún está por rodar en nuestras vidas. ¿Quién sabe? Cuando la luna, Nick Cave y un encuentro al amparo de un amor por culminar flota en el aire.
MANOLO D. ABAD
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