Crítica. Música. -
"Memoria sin nostalgia"
KACTUS JACK
Kuivi PopUp, Oviedo.
Viernes, 23 de junio de 2023.
En este "extraño nuevo mundo" al que cantó el gran Steve Wynn, vivimos en una nueva realidad postpandemia donde el efecto de "cabeza borradora", por recordar aquella extrañísima película de David Lynch, actúa como una tabla rasa que arrasa con determinadas (selectivas) memorias, mientras magnifica otras en una suerte de ruleta de la fortuna que logra unos beneficiario y, por supuesto, destina a los demás aun ignominioso olvido. En esa caprichosa lotería, parece que en Asturias le ha tocado al "Xixón Sound" la peor parte. Muy propio de esta cainita Asturias de nuestros dolores: quiénes no se enteraban de nada en los 90, quienes ni vivieron ni sintieron esa época de -digámoslo ya- gloria y repercusión como no ha habido nunca, tratan de ocultar, con subterfugios y malas artes todo aquello, contando que no, que no existió, que fue una exageración, que fue un invento. Pues, por más que saquen sus supercherías a bailar en redes, conciertos como el de Kactus Jack, su música, su directo y energía -décadas después, impolutos- son los testigos contra los que no pueden luchar.
Así que la celebración de Kactus Jack, su apoteosis para abrir una nueva edición del tan imprescindible como maltratado e ignorado (por los "de siempre", en esta maldita ciudad de nombre Oviedo, a la que sigo amando a pesar de esos) Kuivi PopUp, sirvió para demostrar esa mayor que algunos pretenden negar. Un rotundo directo, transitando entre fronteras estilísticas con destreza, ya sea el punk-rok, el pop-punk, funk-rock (en esta parte apenas entraron) y, por supuesto, el toque alternativo y el rock´n´roll, sin ceñirse a ninguna otra etiqueta que no fuera la de la libertad creativa. Esa libertad creativa sin clichés que alimentó la que luego sería denominada bajo la marca "Xixón Sound". ¡Quiénes mejor que ellos, grupo donde se juntaba personal de Oviedo y de Gijón para representar todos esos valores más allá de la cretinez de rivalidades estúpidas, incomprensibles más allá del fútbol!
Todo se tradujo en la demostración que el rock sabe ofrecernos: más allá de la actualidad, siempre queda la memoria si se elimina el toquecito ese tan tontorrón de la nostalgia. Tenemos los años que tenemos y ya está. No hace falta volver al Chanel en el 93, estamos treinta años después sonando ante muchos supervivientes de todo aquello, ante nuevas generaciones de aficionados que creían que el indie y la música alternativa eran este aburrimiento de "neopoprock" que es la nueva aristocracia que domina unos festivales en manos de fondos de inversión, donde ni importa la música ni los espectadores, sólo un avaricioso concepto sacaperras de "entretenimiento".
Abrieron tal cual comenzaba su primer álbum -"1993"- con dos canciones superlativas como "Tucuman" y "Take a look around", el esencial "Secretary comandos" -una de mis favoritas, gracias por la mención, querido Roni- y un sucinto recuerdo a su tercer álbum con "Look at you", donde se dejaron la "K" por el camino, en un extraño recorrido de vuelta a la película de serie b de los 70 que inspiró su nombre. A partir de ahí, un camino al éxtasis total, gracias a un repertorio centrado básicamente en su primer álbum, con la única excepción de "Ann & Sally", de su EP "Fan hasta la muerte". Terminan en la gloria con "My little Michael", esa canción de la que pocos conocen su gestación e historia y que quizás haya que desvelar universalmente algún día.
Y, para el bis, tiempo para himnos como "Sweet gals", el ineludible, extraordinario, "Rock´n´roll made a male of me" y un "Piece of blue eyes" enganchado con un homenaje muy particular a The Velvet Underground con el clásico "Waiting for the man".
Si algo tiene el rock es la capacidad para situar la memoria en ese punto donde nada ni nadie pueda oscurecerla o manipularla. Se manifestará, libre, sin ambages y, por encima del tiempo transcurrido. Así de grande es y así de enorme nos lo mostraron Kactus Jack en una lección imprescindibles ante tanta pose y tanto/a rockerito/a de salón y de redes sociales, de los que -la verdad- uno empieza a estar ya muy harto.
MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: FERNANDO CASAS