Crónicas de Vestuario. -
“Suma o revienta”
El título de la célebre
película de Vicente Aranda “El Lute: camina o revienta” bien
puede servirnos para lo que se está abocado en la singladura por el
largo tránsito de quien anhela ascender a la máxima categoría. Se
trata de sumar, sea como sea, vengan buenas o vengan malas. Se juegue
bien, mal o regular. Se sea convincente o no se posea credibilidad.
Sólo se debe poseer la fe de ese boxeador que se aferra al ring, a
su propia apostura, a su necesidad de mantenerse en pie. En esas
estamos, a la credibilidad por la garra a falta de mejores argumentos
que, visto lo visto, va a ser difícil de encontrar.
El Lugo forma parte de
esos equipos tachados en rojo en la lista negra de la afición azul.
El asunto de las entradas la campaña anterior, algunas cuentas
pendientes ya en Segunda B, han convertido a los rojiblancos gallegos
en uno de esos onces a los que se tienen más tirria. Ya saben esto
de los clubs amigos y los clubs enemigos, de aficiones o ciudades
hermanas. Entre Lugo y Oviedo no hay buen rollo, aunque desde la
entidad azul sí se ha actuado con el señorío que le faltó a la
rojiblanca gallega en la anterior temporada. De ahí que el gol de
Seoane en el minuto 11 tras un barullo en el área oviedista sentase
aún peor. Un mal trago del que el conjunto de Fernando Hierro sería
incapaz de levantarse en una primera parte marcada por las
imprecisiones y el juego por el centro ya de todos conocidos. Ni
rastro de bandas, ni rastro de peligro, ni rastro de ritmo de juego.
No sabemos si hubo
invectiva en el vestuario, pero el equipo -aún negando las bandas
como de costumbre- empezó a manejar el balón y crear algo de
peligro a base de empuje y garra con varios remates de un muy activo
Toché. El equipo mantuvo inquebrantable su fe y fue acorralando a un
Lugo que esperaba, cómodo, las acometidas por el centro. Apenas se
contabilizaban entradas por la izquierda (la primera -creo que única-
de Christian Fernández llegó en el 17) y algo más por la derecha,
beneficiada en un principio por la incorporación de Ortiz en lugar
de Susaeta. La fe, alentada por la afición azul que arreció a
partir de la media hora, se contagió al anegado terreno de juego y,
finalmente, llegó en el 42 un empate que sabe a oro en una
competición donde la más mínima suma es un triunfo. La
transformación de Héctor Verdés, más conocido por muchos como
“Desgracias” Verdés, está llegando por la vía de una
continuidad que no tuvo nunca en la pasada campaña.
Habrá que dejar para
mejor ocasión eso de crear ocasiones para marcar y vencer. En la
fría tarde de otoño se trataba de mantener a salvo la flor de
Hierro y una racha que, esperemos, pueda prolongarse en este exigente
mes de noviembre.
MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: JOSÉ L.G.FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 7 de noviembre de 2016