Crónicas de Vestuario. –
“Cardeñosa blues”
Para los que ya a muy temprana edad vivimos humillaciones con la Roja –entonces “La Furia”, como aquella peli de terror de Brian de Palma- como la del Mundial´78 frente a la peor Brasil que recuerdan los anales de la historia del fútbol, lo de ayer nos pareció pecata minuta. Cierto que la Confecup se ha revalorizado con la participación de este año, pero no es comparable a un Mundial como el que nos espera el año que viene. Ahí sí que hubiera sido terrible: ceder el cetro mundial tan bien ganado, marcando un estilo propio, arrasados por un vendaval amarillo. La vida siempre nos ofrece segundas oportunidades, redenciones, si somos capaces de ver más allá del dolor del momento. ¿Seremos capaces?
Un partido que se te pone cuesta arriba con un nuevo churro en forma de gol del dúo calavera Neymar –veo un actor en este chico capaz de hacer teatro llevándose la mano al tobillo cuando le han rozado en el hombro- y Fred en el minuto uno no puede traer ninguna buena noticia. Pero recuerden que en la final del 74, Alemania fue capaz de reponerse ante el primer temprano golpe de los holandeses.
Sin embargo, el domingo era el día en que España debía aprender de sus errores, de amplificarlos de un modo superlativo que esperemos que Del Bosque sea valiente para enmendarlos. Porque asistir a la decadencia de Xavi no es plato de gusto, ni a la de Villa, ni a la necesidad de un refuerzo de músculo en la selección (Javi Martínez, ¿Michu, al fin?), pero son evidencias que el despliegue de entusiasmo, desmelene y flores (ya no diré la flor de Felipao, hablaremos de un señor ramo) han desvelado a quien quiera verlos con un mínimo de frialdad.
¿Será capaz el técnico salmantino de afrontar una reestructuración necesaria a la vista del patético espectáculo ofrecido en el gran teatro de Maracaná? Es la pregunta que hay que hacerse, visto el papel de jugadores emergentes (Javi Martínez, Isco, Mata, Michu) que siguen esperando la oportunidad de ser trascendentales en un futuro de La Roja que ya está llamando a la puerta a la vista de las necesidades de un presente que se atisbó ante Nigeria primero, Italia después y, finalmente, a modo de tragedia, en la final ante Brasil. Si no queremos volver a escuchar los antideportivos olés de tan maleducada y antideportiva torcida como la que llenó Maracaná, a hacernos cruces recordando el error de Cardeñosa, los fallos arbitrales y sí percibir el silencio de una hinchada acostumbrada a ganar y a humillar, se impone una reforma dolorosa pero muy necesaria.
MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el martes 2 de julio de 2013