JESS FRANCO “UN CINEASTA MALDITO SE
CONFIESA”
21:15 horas, Hotel Begoña, Gijón.
Llevamos más de dos horas esperando a Jesús Franco y Lina Romay cuando los dos
flanquean el hall del establecimiento gijonés con visibles muestras de cabreo.
Les han tenido un montón de tiempo esperando en Radio Nacional para hacerles
tres preguntas “estúpidas”, en palabras del propio Jess, y ni siquiera se han
dignado a presentar a su compañera desde hace décadas. El veterano director ha
venido a presentar en el 40º Festival de Cine de Gijón su obra más reciente
“Killer Barbies contra Drácula”. Nos piden disculpas por el retraso y
comenzamos.
-¿Te sorprende este
reconocimiento tardío que te ha llegado en los últimos años?
¿Qué reconocimiento?
-Ahora se organizan
retrospectivas sobre tu obra, se valora más tu filmografía, se te realizan
homenajes, gente como Robert Rodríguez o Quentin Tarantino te veneran (N. del
A.: le dedicaron el guión de “Abierto hasta el amanecer”). Durante muchos años
recibiste unos palos impresionantes.
Yo no sé qué es peor, que te den
palos o no. Te quiero decir que pasa una cosa: sé que soy un director de esos
que llaman ahora de culto, que a mí me gusta mucho porque hace muy fino, pero
que quiere decir minoritario. Soy un director minoritario porque además no me
interesa ser mayoritario, he tenido posibilidades de serlo y siempre me he
negado, porque lo que quiero hacer es el cine que me sale de los cojones. En
cuanto te implicas en la gran producción y en todo eso, ya eres un esclavo del
productor de turno y te anulan tu personalidad, te anulan lo que tú tienes que
decir y te conviertes en un empleado. Yo no quiero ser empleado de nadie y no
lo he querido nunca. Por eso me ha sido muy difícil llegar a que haya un grupo,
si bien reducido, de gente que le guste mi cine y que se interese por él.
Interés que ha salido, como es lógico, de fuera de España, nunca en España. En
España colea un poquito ahora, pero la
primera gente que se interesó por mi cine fueron los alemanes, los americanos y
los franceses. Y, entonces, ah, ah, ah, aquel hombre… con más de diez años de
retraso hablaban de algunas películas mías de diez años antes. Lo que les jodió
a los del estamento oficial en España es que, de repente, la cinemateca
francesa me hizo un homenaje de la hostia, pasaron veinticinco películas mías,
tuve que ir allí, me hicieron un homenaje de esos que casi parecía que me
fueran a dar la Legión de Honor… Se ve que en España los regañaron, les dijeron
“coño, chicos, daos cuenta que aquí hay un tío que llega y, siendo un director
de género, un director B, le pasa esto en la gran sala de la cinemateca
francesa”. Eso marca, en París…
-Pero si te comparamos a otros
directores de género como Antonio Isasi, que sí tuvieron un reconocimiento
comercial, tú empezaste con “Tenemos 18 años”, una película rara, comenzaron
tus problemas con la censura… Mucha gente que practicó la serie B en España
tuvo cierto reconocimiento comercial y crítico, mientras que a ti lo único que
te ocurrió fue que te masacraran las películas…
Sí, joderme la vida, porque yo
era yo. Conmigo hicieron una cosa muy maligna…
-Colgarte el cartel de gran
promesa y luego cortarte y joderte.
Ahí está. Es decirte: “Por favor,
presenta un proyecto y ya verás”. ¡Ya verás cómo me han ido jodiendo! Hasta que
ya, un día, dije adiós y me piré y empecé a hacer cine fuera de España.
-Es más perverso, ¿no? Jugar con
esa ilusión primeriza, la del que está empezando…
Tengo ahora mismo más ilusión que cuando tenía veinticinco años. Además,
me decían, cuando yo me topaba con aquellos hijos de puta “hombre, el hijo
pródigo, ¡qué bien que estás aquí! ¿tienes algún proyecto? Preséntalo, ya
verás”. Me harté, me fui y Francia me ofreció el poder seguir haciendo cine y
hacerlo allí, cine B, pero quienes me dieron la oportunidad de hacer una película
mía que funcionó internacionalmente bien a todos los niveles, fueron los
alemanes.
-Y ahí empiezan a cortarte aún
más las películas en España…
“Vampiros Lesbos” dura
veinticinco minutos menos que la versión original…
-“99 Mujeres” también está
masacrada hasta el punto de ser ininteligible…
En España eran cuarenta y tantos
minutos. Es entonces cuando se crea la leyenda de que hago porno duro. ¡Mentira
podrida! Esas películas son unas películas que estaban consideradas, en
aquellos tiempos, por la censura americana como de adultos pero no X.
-A Fritz Lang le gustó
“Necronomicon”.
Salimos del estreno en el
Festival de Berlín, había mucho movimiento, a la gente le había gustado mucho
y, de repente, vi a un viejo maravilloso que me decía “¡qué bien! ¡me ha
gustado mucho! Lo único que no entiendo es por qué esta película está hablada
en alemán, debía estar hablada en español, es más pasional. Mire, si quiere
hablamos de ello luego”. Y medio una tarjeta y, claro, yo, en medio de aquello,
ni tarjeta ni hostias… Cuando llegué al hotel me acordé que un señor me había
dado una tarjeta, un santo que me decía que le había gustado mucho, miré ¡y era
Fritz Lang! Le llamé inmediatamente: “¿No se ha acostado usted?” Y me dice que
no, le conté que era Jess Franco y me dice “¡Hombre, qué alegría! Si quiere
desayunamos juntos mañana y hablamos de la película”. Me explicó que a él no le
gustaban nada las películas eróticas y que ésta había ido a verla porque su
amigo y, además, ayudante de dirección suyo, Howard Vernon, trabajaba en ella.
Él fue para ver a Howard, pero luego le emocionó la película, le había parecido
cojonuda. Estuvo contándome unas cosas que me dejó como nuevo. Recuperé toda la
moral que hubiera podido perder en los últimos cinco años. Me han pasado
algunas cosas de éstas, no muchas, pero son de esas que… Hay hombres que cuando
se follan a una mujer maravillosa, necesitan contarlo para hacerse un prestigio
y, otros, que son las que se las tiran de verdad, que quieren quedárselo para
ellos, la procesión va por dentro, no tienen por qué contarlo. Bueno, pues a
mí, cuando me he encontrado a estos maravillosos así, lo que me ha pasado ha
sido eso, que yo no tenía que contar nada ni presumir de nada, porque además
tenía miedo. Con el odio que me tenía el estamento oficial, si empiezo a
presumir de que en el Festival de Berlín no sé qué, me joden la vida ya del
todo.
-La envidia, el pecado capital
español…
Tú sabes que cuando pasaron
“Necronomicon” en Berlín, al regresar, ya sabía que les iba a joder de una manera
monstruosa, porque allí estaba la delegación española y eso, intentando meter
baza, y los alemanes no les hacían ni puto caso. Entonces, cuando presentaron
“Necronomicon” y dijeron “Deutschland site”, pum, un foco en el palco donde
estaba yo con el productor, con Adrian Hoven y Janine Reynaud, la ovación y
eso, me dije “¡joder, me van a crucificar!”. ¡Pues intentaron crucificarme!
Porque esta película que quise hacer en coproducción con España y que estaba
planteada para que fuera hispanoalemana, la censura española lo prohibió, la
hice alemana sólo. Me fui a Berlín desesperado al coproductor: “Mire, no puedo
hacer la película porque me falta el dinero”. Y él ya lo sabía, sonreía. Me
dijo: “Ya está, la hacemos nosotros, ¡que les den por el culo!”. Y la hicimos.
Lo que yo tenía pensado rodar en España, lo rodé en Lisboa, en Belem, en el
Barrio Alto… Cuando llegué a España ya tenía dos denuncias de que yo había
rodado la película en España, con escenas pornográficas, y yo me enfadé en
serio. En este sentido, he sido toda mi vida como un John Wayne, les dije:
“¡Vamos a coger la película a ver si hay un puto plano que yo haya estado
rodando en España!”. Estaba rodada en Berlín y Lisboa. No han dicho que hay
unos castillos castellanos… ¡¡¡La Torre de Belem, brutos gilipollas de
mierda!!!
-Últimamente, en el cine español
estamos viendo a gente novel que está reivindicando el poder hacer películas de
serie b con autoría, sin necesidad de ningún tipo de excusas…
MANOLO D. ABAD
Primera parte de la entrevista publicada en la revista "Ruta 66", número 191, febrero de 2003.