sábado, 23 de enero de 2010

El Alquimista Impaciente



Pita afrontó el interrogatorio con tanta tranquilidad como si fuera una encuesta sobre el servicio posventa de un concesionario de automóviles. Sobre el carácter de Trinidad nos dio respuestas rápidas y precisas, que coincidían agrandes rasgos con el testimonio previo de Dávila, aunque el hecho de que también Pita tuviera un buen concepto significaba algo más. Un jefe siempre tiene en su contra la reticencia metódica y autodefeniva de quien ha de cumplir sus órdenes. En algún momento me pareció que Pita se abstenía de criticar tal o cuál defecto por tratarse de un difunto, o por disciplina de empresa; pero no creí que tras eso se escondiera nada significativo. Cuando le pregunté si había observado algo llamativo e los últimos meses, se descolgó con una declaración simple, pero de posible enjundia:


-Le llamaban mucho por teléfono.

-¿Desde fuera de la Central? - interpreté.

-Supongo. Sobre todo le llamaban al móvil. Al particular.

-¿Al particular?

-Sí -se rió-. Era gracioso, pero tenía dos. Uno de la empresa y otro particular, que se compró hará año y medio. Yo le decía que parecía Billy El Niño, con un móvil en cada cadera. Aunque el suyo era una virguería. Uno de esos que son un poco más grandes que un mechero.


-Así que no puede decirnos quién le llamaba -inquirió Chamorro.

-Pues, no la verdad -se excusó Pita-. Aunue ahora que me acuerdo, había alguien que le llamaba aquí, al teléfono fijo. Una chica. Durante un mes o cosa así le llamó tanto que le tuve que dar yo el recado varias veces. Tengo su nombre en la punta de la lengua. Ya está: Patricia.


Chamorro y yo nos miramos. Ella anduvo más rápida:

-¿Patricia qué más?

-Sólo Patricia. Nunca me dio el apellido.

-¿Y élle habló alguna vez de ella?

-Nunca -rechazó Pita, con convicción-. De hecho, no parecía gustarle mucho que ella le llamara. No me pregunten por qué, pero siempre que le daba el recado, Trinidad ponía cara de preocupación.


Lorenzo Silva. "El Alquimista Impaciente". Destino, 2000.