El mundo al revés: el pasado lunes 27 de julio de 2009 me dispuse a ver en La 2 la película de Michael Haneke Caché (Escondido). Dada la penuria de cine de calidad en las televisiones patrias -más aún de cine europeo- la velada pintaba prometedora. Pero no. Para mi sorpresa, nada más comenzar el film, con unos seis minutos de proyección, llegó el primer corte publicitario. En ese momento pensé que ya no habría muchos más, recordando los tiempos en que, siguiendo las directrices europeas, se realizaba un único corte que solía coincidir con la mitad de la película. Pero no. Los tiempos de reforma han llegado a La 2 para cargarse su singularidad. ¡Hasta cuatro cortes publicitarios sufrió Caché (Escondido)! El vía crucis que supuso tratar de seguir una película con más cortes publicitarios incluso que otras cadenas comerciales sólo se pudo superar por la calidad de la cinta. En caso contrario, hubiera desistido de verla hasta el final mucho tiempo antes. ¿Son estos los tipos que vienen a arreglar TVE? Seguro que son los mismos que pretenden cargarse Radio 3 para convertirla en una absurda radiofórmula más, ahora que Los 40 y demás andan de capa caída. Los mismos que echaron, vía jubilación anticipada a un montón de profesionales expertos para reducir una plantilla que a los dos meses volvieron a engrosar con jóvenes pipiolos que superaron en número a aquellos que habían servido para aligerar previamente el staff. En TVE sucede lo mismo que con las reformas educativas: cada nuevo cambio va a servir para empeorar aún más. Para septiembre -¡miedo me da!- pretenden acabar con la publicidad. Bien está la idea, pero de poco sirve si siguen sin recuperar el espíritu de una cadena pública con la calidad, con mantenerse al margen de la basura, del sensacionalismo, de la pobreza generalizada a la hora de tratar la cultura... Baste ver cómo han desaparecido las proyecciones de películas europeas de los 60 o 70 en versión original subtitulada, por ejemplo (como mucho una o un par de pelis en V.O. por semana para cubrir el expediente) para dudar que la nueva reforma vaya a ser la panacea prometida. Por no hablar de esos musicales grimosos, con jovenzuelos ignorantes hablando como presentadores de radiofórmula o de la inexistencia de un programa sobre literatura mínimamente ponderado o de un largo etcétera que sería demasiado prolijo enumerar. Crucemos los dedos y esperemos, con paciencia y esperanza, lo venidero.