"Deslumbrantes sueños de oscuridad"*
El genio en Asturias
Es
23 de abril de 1996, Plaza de Toros, Oviedo. Me siento como en un
sueño, sentado en las desvencijadas graderías del coso taurino,
contemplando a uno de mis ídolos de siempre, a Lou Reed. Trato de
sujetar los nervios cuando la intro de “What´s good” me
transporta al fin del mundo, como la banda sonora de la película de
Wim Wenders a la que pertenecía. Como en esas extrañas intuiciones
que nos invaden a veces, sé que va a ser una buena noche. Se suceden
“Sweet Jane”, “NYC man” y “New sensations” para comprobar
que sobre el escenario tenuemente iluminado vamos a contemplar uno de
esos conciertazos. Pienso en Ignacio Julià, el codirector de mi
revista de entonces -“Ruta 66”-, que se quedó irremediablemente
fascinado por el genio oscuro y le siguió por todo el mundo y
hasta consiguió entablar algo parecido a una amistad.
El
público está a la altura, la plaza no está llena pero quienes
acuden son fans verdaderos, de los que escuchan, toman nota, saborean
y disfrutan. Ni gritos de más ni concesiones de estadio, justo lo
que un tipo como Lou Reed alimenta. Él que marcó una época con su
poesía oscura, contraste necesario para derrotar el hippismo en unos
tiempos donde todo se hundía, muy parecidos a estos, tan descreídos,
despiadados e hipócritas. Sin alharacas, el concierto se desliza
hacia un climax de psicodelia densa con “Set the twilight reeling”
y esboza una tímida comunicación en “Hang on to your emotions”.
En ese momento ya disfruto sin medida del instante. En la oscura
ciudad que no es ni de lejos New York pero que estaba repleta de
pequeños locales donde la música no paraba de sonar entre vahos de
tabaco, la del Monster, el Chanel o el Paddock, ahí estaba
ofreciendo una actuación magistral un grande. “Gracias, amigos”
suelta tras la hora y media de magia antes de volver a escena tras
varios minutos de aplausos, para redondear la noche con “Walk on
the wild side”, “Satellite of love”, “Hooky wooky” y un
monumental “Vicious”, deconstruído a la forma Velvet,
escalofriante.
Regresó
un lluvioso 23 de julio de 2000, en La Morgal de Llanera, al Doctor
Music Festival de la polémica, de la oportunidad perdida que ya se
había escapado mucho antes –cuando a algún lumbreras le dio por
cargarse el pionero festival Oviedo Múltiple-. Un domingo de resaca,
haciendo equilibrios entre el barro junto a Ramón Zaráuza y
Fernando Martín, líder de Desperados, que cubría para “El País”
el evento en una actuación más discreta, de festival y, aún así,
con diferencia, lo mejor de aquella jornada de clausura, bastante
alejada de una especial noche de la primavera ovetense de 1996 para
conservar en los lugares de oro del corazón.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 28 de octubre de 2013 en un especial dedicado a Lou Reed
*(Ese título no aparece en el especial del diario "El Comercio")