Entre los recuerdos más bonitos de mi época infantil está, sin lugar a ninguna duda, el tiempo transcurrido leyendo, releyendo y volviendo a leer; riendo, sonriendo y volviendo a sonreír; disfrutando como pocas veces con "Mortadelo y Filemón", el "Botones Sacarino", "Rompetechos" o "13 Rue del Percebe". Aquellos maravillosos tomos de "Magos del Humor" o las recopilaciones en tapa dura o las citas, cada domingo, en el kiosco, de la revista "Mortadelo" fueron un tiempo que hoy se antoja irrepetible.
Francisco Ibáñez (Barcelona, 16-3-1936) fue el responsable de dar luz a esos momentos. Como siempre, y dados los complejines habituales del español sesentero y setentero, otros preferirán ciertos cómics de culto o historietas más reputadas. Me da igual: lo cierto es que, para mí, las risas desatadas con sus novelas gráficas -como de forma tan pedante dicen ahora- representan algunos de los momentos más felices de mi preadolescencia. Los siempre sorprendentes Mortadelo y Filemón, pura ironía en movimiento, pero con tantas aristas que glosarlas aquí requeriría horas de reflexión y estudio; la adrenalina del desternillante -mis padres escuchaban mis carcajadas en casa- y chispeante (siempre me ha gustado esta palabra) Botones Sacarino, con los personajes tan magníficamente caricaturizados del Presidente y del Director (nunca olvidaré la historieta del décimo de lotería, ¡antológica!) o el retrato social del "13 Rue del Percebe" o de Rompetechos para el que se inspiró... ¡¡¡en sí mismo!!! son obras maestras aún poco reconocidas.
Nunca podré agradecerle tantos buenos momentos, Sr. Ibáñez. Así pues, sólo me queda desearle larga vida en salud. A usted y a sus personajes. (Y, egoístamente, que recupere al Botones Sacarino o, que en un último arrebato de su genialidad, cree a alguien parecido en una nueva oficina).
MANOLO D. ABAD